miércoles, 27 de julio de 2011

Antes de conocerte...

Celebramos el primer año de vida de nuestros hijos. Celebramos el cumpleaños de nuestros amigos, nuestra pareja, nuestros seres queridos. Hoy me acordé de esos 9 meses anteriores...en los que definitivamente, ya hay vida...y no celebramos, a veces...ni siquiera recordamos.

En estas fechas, hace un año, mi vientre llevaba dentro la vida de un ser maravilloso que hoy ya conozco, pero en aquel entonces, solo me imaginaba. Hablábamos, sí, de otra manera. Es increíble como poco a poco la comunicación entre madre e hijo comienza a hacerse presente, latente. Recuerdo perfecto como se relajaba mi "panza" en las clases de yoga que tanto extraño. Terminaba y era increíble sentir lo relajado que estaba mi bebé, aún con tanto movimiento, estiramiento y posturas que a simple vista parecerían complicadas. Recuerdo perfecto esa energía femenina, dando forma a cantos de mantras, en la sala de la clase. Todas entregándonos y unidas por la ilusión y el amor a ellos, quienes vivían dentro nuestro, a quienes esperábamos con todo el amor que podíamos sentir.

Recuerdo las caminatas, a veces ya casi imposibles del cansancio y el dolor en las piernas. Poco a poco me fui haciendo más lenta y mis manos rodeaban todo el tiempo el globo que era mi estómago. Amaba sentir sus movimientos, imaginarme dónde estaba su cabecita, sus manitas, sus pies. Recuerdo cómo adivinaba lo que no le gustaba; el sonido del teléfono, la ropa apretada, sentirme enojada, nerviosa. Recuerdo todo y al mismo tiempo vagamente, porque las sensaciones no vuelven al cuerpo, solo se quedan en el corazón y en la memoria. Recuerdo cómo tenía que dormir con una almohada entre mis piernas. Cómo al final, era un logro pararme sola! cómo el agua caliente me ayudaba a sentirme más relajada, más aliviada. Me recuerdo hablándole todo el tiempo, platicándole, en voz baja, en voz alta, con la mente, con los ojos abiertos y cerrados.

Recuerdo, por estas fechas, sentir las primeras contracciones....y la emoción de saber que pronto, muy pronto, estaría en mis brazos y comenzaría una nueva historia, una nueva vida, no solo para él, para todos nosotros también.

Estoy segura que todas recordamos esos momentos de vez en cuando. Por nada, cambiaría el hecho de tenerlo hoy conmigo, de poder mirarlo y ver en sus ojitos la imagen de la inocencia, de la luz, del amor.

A veces, toco mi vientre como entonces, tratando de evocar ese recuerdo maravilloso de cuando estaba dentro de mí. Se que volará...se que nuestra tarea es enseñarles a dar pasos firmes, para que puedan caminar seguros, para que puedan correr hacia su destino, para que su corazón sea fuerte y esté lleno de amor. Hoy, he recordado con inmensa alegría ese momento en que tu vida, mi pequeño, estaba dentro de la mía todavía. Se que vendrán infinidad de aventuras que juntos disfrutaremos...pero hoy, hoy, recordé esos días, en los que al tocar mi vientre, también tocaba tu manita...y nos conectábamos, nos hablábamos ya desde entonces.

Los recuerdos son maravillosos porque te transportan. Los recuerdos son maravillosos porque en efecto, te dan la oportunidad de volver a vivir. Seguro todos tenemos algún momento que al traerlo a nuestra mente, nos hace sonreír, nos saca una lagrimita, nos hace perder la mirada en el horizonte. Enhorabuena. Estamos vivos.

El recuerdo no es para querer volver al pasado...es solo para agradecerlo y seguir con mayor fuerza y amor el presente, para prepararnos para un mañana que siempre será mejor si lo esperamos con fe y alegría.

Y tú...qué recordaste hoy?

domingo, 17 de julio de 2011

Desde la cueva del corazón...

Hace unos tres años, visité en un museo una exposición de un pintor que exponía sus sentimientos con analogías de paisajes que trataban de mostrar el alma del pintor, como si fuera un campo abierto que todos podemos caminar. Una des sus pinturas lleva el nombre de este escrito. "Desde la cueva del corazón". Y logré grabar ese nombre porque creo que el corazón a veces se convierte en eso...una cueva. Es esa cueva que te da refugio de la lluvia, pero a veces tan oscuro y frío que te asusta. Hay que encender fuego ahí dentro para que poco a poco, la luz y el calor lo hagan un lugar más habitable.

Hay tantas cosas de las que he querido escribir últimamente, que lo he ido posponiendo, como muchas veces hago con cosas importantes en mi vida. Hasta que finalmente me gano el corazón y me está guiando para plasmar estos párrafos.

Lo cierto, es que esa cueva que es nuestro corazón se alimenta de muchas cosas, de mucha gente. Amigos, familia, pareja, hijos, espiritualidad, metas personales, en fin...En la cueva del corazón, si hoy pudiera, reuniría a mis grandes amigas. Reuniría a esas mujeres que han sido cómplices de mi formación, de mi crecimiento, de mis errores y mis aciertos. En la cueva del corazón abrazaría a cada una de ellas y lloraría en su hombro. Y gritaría, y guardaría silencio. Reiría a carcajadas...tal vez también pelearía con ellas. No soy perfecta...estoy lejísimos de serlo. Pero ellas, me han aceptado así. Sin pedir jamás que cambie. Sin esperar jamás que despierte siendo otra persona. Quisiera, en la cueva del corazón, reunirme con ellas y hablar de todo esto que nos está pasando, todo esto de ser mujeres, de crecer, de ser madres, de tener una pareja, de trabajar, de soñar, de dejar de soñar, de pelear, de pedir perdón, de perdonar, de cansarse, de intentarlo de nuevo, de buscar nuevas y mejores oportunidades, de tratar de ser mejores, de intentar caminar por un sendero que nos de satisfacciones, de tratar de tomar buenas decisiones, de equivocarnos, de caer, de perder a veces la fe, de recuperarla, de recordar que EL nos ama y nos cuida siempre, que no estamos solos....esto de vivir la vida.

Así que, si hoy pudiera, abrazaría a cada una de ellas. Les diría lo importante que han sido para mí. Les daría las gracias por sus consejos, por sus abrazos, por su compañía, aún en la distancia.
Cada una hemos andado caminos distintos...y al mismo tiempo iguales. Todos fuertes, todos llenos de aprendizajes, también de grandes regalos, grandes oportunidades.

Hoy, desde la cueva del corazón, viviendo uno de los momentos más fuertes de la vida que me regaló Dios, me sentaré a la mesa, las miraré a los ojos y les diré a cada una: Gracias. Las quiero. Desde la cueva de mi corazón...pasaré una estupenda noche escuchando música vieja, cantando las canciones de nuestra adolescencia y reiremos por todas las anécdotas que nos han unido.

Porque es así...es como una fraternidad, una complicidad que no se encuentra en otro momento, en otro lugar. La amistad con tus congéneres te da la capacidad de comunicar tus sentimientos tal cual son, sin miedo a ser juzgada, sin temor de ser criticada.
Amigas mías...y se que no necesito decir ningún nombre...las llevo dentro...en la cueva del corazón.