domingo, 17 de julio de 2011

Desde la cueva del corazón...

Hace unos tres años, visité en un museo una exposición de un pintor que exponía sus sentimientos con analogías de paisajes que trataban de mostrar el alma del pintor, como si fuera un campo abierto que todos podemos caminar. Una des sus pinturas lleva el nombre de este escrito. "Desde la cueva del corazón". Y logré grabar ese nombre porque creo que el corazón a veces se convierte en eso...una cueva. Es esa cueva que te da refugio de la lluvia, pero a veces tan oscuro y frío que te asusta. Hay que encender fuego ahí dentro para que poco a poco, la luz y el calor lo hagan un lugar más habitable.

Hay tantas cosas de las que he querido escribir últimamente, que lo he ido posponiendo, como muchas veces hago con cosas importantes en mi vida. Hasta que finalmente me gano el corazón y me está guiando para plasmar estos párrafos.

Lo cierto, es que esa cueva que es nuestro corazón se alimenta de muchas cosas, de mucha gente. Amigos, familia, pareja, hijos, espiritualidad, metas personales, en fin...En la cueva del corazón, si hoy pudiera, reuniría a mis grandes amigas. Reuniría a esas mujeres que han sido cómplices de mi formación, de mi crecimiento, de mis errores y mis aciertos. En la cueva del corazón abrazaría a cada una de ellas y lloraría en su hombro. Y gritaría, y guardaría silencio. Reiría a carcajadas...tal vez también pelearía con ellas. No soy perfecta...estoy lejísimos de serlo. Pero ellas, me han aceptado así. Sin pedir jamás que cambie. Sin esperar jamás que despierte siendo otra persona. Quisiera, en la cueva del corazón, reunirme con ellas y hablar de todo esto que nos está pasando, todo esto de ser mujeres, de crecer, de ser madres, de tener una pareja, de trabajar, de soñar, de dejar de soñar, de pelear, de pedir perdón, de perdonar, de cansarse, de intentarlo de nuevo, de buscar nuevas y mejores oportunidades, de tratar de ser mejores, de intentar caminar por un sendero que nos de satisfacciones, de tratar de tomar buenas decisiones, de equivocarnos, de caer, de perder a veces la fe, de recuperarla, de recordar que EL nos ama y nos cuida siempre, que no estamos solos....esto de vivir la vida.

Así que, si hoy pudiera, abrazaría a cada una de ellas. Les diría lo importante que han sido para mí. Les daría las gracias por sus consejos, por sus abrazos, por su compañía, aún en la distancia.
Cada una hemos andado caminos distintos...y al mismo tiempo iguales. Todos fuertes, todos llenos de aprendizajes, también de grandes regalos, grandes oportunidades.

Hoy, desde la cueva del corazón, viviendo uno de los momentos más fuertes de la vida que me regaló Dios, me sentaré a la mesa, las miraré a los ojos y les diré a cada una: Gracias. Las quiero. Desde la cueva de mi corazón...pasaré una estupenda noche escuchando música vieja, cantando las canciones de nuestra adolescencia y reiremos por todas las anécdotas que nos han unido.

Porque es así...es como una fraternidad, una complicidad que no se encuentra en otro momento, en otro lugar. La amistad con tus congéneres te da la capacidad de comunicar tus sentimientos tal cual son, sin miedo a ser juzgada, sin temor de ser criticada.
Amigas mías...y se que no necesito decir ningún nombre...las llevo dentro...en la cueva del corazón.

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