miércoles, 5 de marzo de 2014

Las luces de la ciudad...

Ir de la casa a la oficina y de la oficina a la casa siempre, o más bien, casi siempre, resulta ser una aventura. Cada uno de nosotros, los locos que vivimos en esta ciudad, somos, tenemos, encerramos una historia. Me gusta imaginarme cómo son los personajes que veo. El del bigote, la del cabello chino, la camioneta viejita, el taxista, los que van a pie, los que van en transporte público, los indigentes, los niños, en fin. Todos.

Todos nos ensimismamos. Vivimos en un mundo tan acelerado, vivimos sin descanso, sin respiro, sin observación. A veces, me justa jugar a no pensar en mi misma y detenerme a pensar por un minuto...quién es aquel que va del otro lado de la calle? cómo es su historia? cómo vive? cómo siente?

Crear historias alrededor de la gente que veo, de las ventanas abiertas, de las luces encendidas o apagadas en las casas que veo al tomar mi camino diario. Subiendo la avenida que me lleva a casa, es fácil descubrir una maravillosa vista del sur de esta ciudad. Millones de casas vivas, millones de historias, millones de vidas ahí, simplemente en silencio, contando su propia historia.

Quisiera pensar que una ciudad es como un ser enorme. Todos quienes la habitamos somos quienes le dan vida. Somos su cuerpo, somos su sangre, somos su corazón, su alma. Caminamos de la mano sin siquiera pensarlo ni saberlo, ni darnos cuenta. De una u otra manera, somos responsables de los pasos de ese enorme ser. Somos su salud, su enfermedad, sus pasos, su mirada, su enojo, su alegría. Todos formamos parte de ello.

Nuestra ciudad es maravillosa. Mucha gente podría decir lo contrario, pero es maravillosa, estoy convencida de ello. No acabaríamos de conocerla, no acabaríamos de recorrerla porque en ese instante ya habría otras colonias, calles, barrios nuevos para recorrer, restaurantes nuevos para conocer, bares nuevos para visitar, calles nuevas para caminar. No existe otro lugar tan mexicano y al mismo tiempo tan cosmopolita. El sabor sui géneris de aquello que a veces calificamos como muy "chilango", los jugos de la esquina, los vendedores de periódico, los puestos de flores, los maravillosos, floridos y coloridos mercados, los tianguis, los "sureños", los "satelucos", los "condechi", las "quecas", el paseo por Coyoacán, una noche de tequilas y confesiones en Garibaldi, las trajineras de Xochimilco, el Castillo de Chapultepec, las mismas manifestaciones, que solo aquí! ...los tacos del borrego viudo, Rivera y sus murales, la increíble UNAM, el estadio Azteca, el Azul, el estadio universitario, la plaza de toros ( por cierto la más grande del mundo si no me equivoco), el increíble Paseo de Reforma, el Chopo, la inigualable oferta de actividades culturales y de recreación, los mejores restaurantes, teatros, cines, conciertos, el zócalo y sus luces en Septiembre o en Diciembre, los esquites, la torta de tamal!, y como olvidar a Chapultepec y su increíble bosque, las flores de Jacaranda en primavera, su increíble clima, la lluvia de verano ....uff...te digo, no terminaría...y sí, lo no muy agradable también. La delincuencia, las interminables horas en el auto, las distancias...

Cuando pienso en toda esa gente que viene, que venimos de otros lugares de México y del mundo a vivir aquí, me convenzo de que las emociones fuertes no son para todos. Es increíble ver el ritmo de la gente. No conozco a nadie tan acelerado como un chilango. Defeño. Como quieran. Esta gente necesita competir. Esta gente lucha por sobrevivir. Esta gente se desgarra por ganar y mantener un lugar que, literalmente, lo quieren millones. A veces, es fácil odiar a la ciudad, a su gente, a su tránsito, a su contaminación, a sus distancias. A veces, nos burlamos...hubiera ido a Acapulco y llegue a Santa Fe!....A veces también, me gusta darle las gracias a este lugar, donde de repente y como un regalo del cielo, se pueden ver al Iztla y al Popo a lo lejos, muy claramente, como diciendo...nuestra historia de amor sigue...continúen ustedes también....me gusta dar gracias por la diversidad de la que somos testigos, aún con todos sus bemoles pero con la mayor apertura de la que se puede tener memoria en cualquier lugar del país. Toda la oferta cultural, gastronómica, educativa, recreativa que hay, la primavera y sus increíbles jacarandas que visten la ciudad de ese tono lavanda que amo...todo lo maravilloso que este monstruo nos regala. Y a veces, eso se debe agradecer.

Hoy, escuchando la lluvia tras mi ventana, tomando un té bien caliente, después de haber manejado horrores para llegar a éste, mi refugio, me siento honrada de ser huésped de esta ciudad. No sé por cuánto tiempo más o si será para toda la vida, pero debo confesarles, el DF y yo, nos queremos...
Amo las luces nocturnas de esta ciudad...

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